El loco Houseman (por Martín Sánchez)

Ayer, primer domingo de 2009, Martín Sánchez escribió otro de sus deliciosos artículos. Parece que Martín (el Michael Moore de Defe) no escribe si no hay nada del Dragón en el medio. Y ahora publicó sobre uno de los mejores jugadores que tuvo Defensores en su historia. Sí, algunos no lo quieren por su coqueteo en Excursionistas, pero no nos olvidemos que Houseman solamente brilló en el único equipo del barrio que podía brilar, o sea en el nuestro. Aquí está la nota, una pinturita, otra más de Martín. Para disfrutarla.

René sin rimas. Ahí viene aquel Loco querido, maravilloso alquimista de la cancha con pelotas vueltas palomas, ejecutor sublime de tacos y rabonas, viejo director de la orquesta de wines que ya dejó de sonar. Llega ese refinado representante de la industria del autopase, de los amagues y gambetas, el que de tanto volar por la raya la borró para siempre. Por eso será que dejaron de usarla.
Entra otro René de 54 años al bar, a su boliche de Libertador y Echeverría, a la vuelta de su casa y a un par de cuadras de aquella villa del Bajo Belgrano que le dio afecto entre miserias. Ahí es donde se contiene, meta chanzas con lugareños y mozos, meta pool y truco.
-Hola, René, ¿cómo estás? Se te ve bien.
-Dejate de joder. Mirame, parezco un viejo choto.
-No me parece, René.
-Sí, no me mientas... Y bueno, qué querés, el escabio te arruina.
-¿Pero no era que no tomabas más?
-Sí, hace como 15 años que no chupo, estuve un mes en el Durand y me curé. Pero escabié toda mi vida. Si hasta jugaba escabiado.
-¿En serio? Ahora me acuerdo de un partido. El River campeón del `75 jugaba contra nosotros, Huracán. Empatamos uno a uno. Yo les hice el gol y salí porque tenía un pedo bárbaro.
Sale este René y entra aquél, el que vino a Buenos Aires casi en banda desde La Banda a los dos años, y siguió como en Santiago del Estero, salvo que en la villa de la ciudad salía a caminar entre los pasillos porque desde alguna puerta lo iban a llamar para serenarle el hambre.
A su padre Walter lo ayudaba en sus trabajos de albañil, y de a poco se escapaba de papá, de mamá Elba, de la escuela, y se iba entre los charcos a revolcarse en los picados entre arcos que se morían de pena.
Pasó el tiempo, ya tenía fama de buen jugador en la villa pero los huesos se le notaban desde la otra cuadra. Con sus amigos se fue a probar a Excursionistas, el club de le vuelta, y lo rebotaron por "villero".
El Loco a veces seguía con hambre pero ahora tenía desconcierto.
-Siempre fuiste fiel a tus amigos. ¿Es cierto que cuando cobraste tu primer sueldo en Huracán lo repartiste por la villa?
-¿Cómo no lo iba a hacer? Si ellos me tiraron un plato de comida cuando no tenía ni para un vaso de leche.
-Decís que sos de Excursionistas, pero al final te fichó el rival del barrio, Defensores de Belgrano.
-Sí, fui con tres amigos, y el coordinador de las inferiores, el gallego Arce Gómez, a los quince minutos de verme jugar me dijo "váyase a duchar". Yo creí que me rajaba. Pero cuando salí del vestuario me esperaban con los papeles para que firme. Debuté en Primera con 16 años. Fue en 1971, contra Dock Sud.
-Saliste campeón en la C con Defensores al año siguiente, y pasaste al Huracán del `73 campeón, glorioso e histórico.
Dicen que se había corrido la bola de que había un flaquito al que la hinchada de Defe le decía Quenó y hacía firuletes en la cancha. Quenó quedó porque yo decía "qué no voy a animarme a ese marcador o a esa chica"...
-Un día fue a verme el ayudante del Flaco Menotti, Rogelio Poncini, y parece que le gusté.
-Se te vino toda la fama encima.
-Y... Me compré un Torino, les daba plata a mis amigos de la villa, a veces desaparecía de las concentraciones. Bah, no, llegaba algo tarde.
-¿Es verdad o mito lo de la jugada que hacías en las prácticas, en la que ibas por la raya gambeteando y tocabas con la mano el banco de suplentes?
-No, es verdad, Menotti me pedía que la hiciera en un partido pero no me animé. Si la hacía, me iban a romper todo con un guadañazo.
Aquel René ya era huérfano de padre porque el viejo albañil tapaba huecos con cemento pero su hueco profundo lo cubría con alcohol, con demasiado, y murió entre las frialdades del Borda. Y empezó a ser el Loco René cuando en un partido con Defensores contra Central Córdoba, el árbitro iba a pitar y Houseman no aparecía. El desesperado DT Rodolfo Chiti lo fue a buscar al vestuario y lo encontró untándose la cara con bronceador porque en el segundo tiempo le daba el sol en contra. En el Globito del `73 fue el Loco con escoba que limpiaba de adversarios todo el campo contrario; Huracán se convertía así, por sus magias, en un infrecuente equipo al que todo el mundo iba a ver. Entonces fue derechito como titular de la Selección al Mundial de 1974: fue su gran figura en medio del fracaso del equipo.
-¿Sabés que todavía me da bronca que no haya jugado bien en el Mundial `78?
-Pero en Alemania `74 la rompiste, René.
-Sí, y el mejor partido de mi vida lo jugué contra Italia. Lástima que nos tuvimos que volver rápido. Es que la mayoría de los muchachos fueron a hacerse los lindos...
-En el `78 terminaste en el banco pero hiciste cosas buenas también.
-Menotti me sacó bien, era muy irregular. Yo no anduve muy bien, pero el equipo era un equipazo.
-No hubo nada raro, ¿no?
-No, basta de boludeces. Yo nunca vi nada raro. En el famoso 6 a 0 a Perú, en el primer tiempo fueron mejores ellos. Son partidos que se dan... Te digo una cosa, yo si sabía que se estaba matando gente, no jugaba. Mirá cómo ignoraba a los milicos que cuando terminó el partido vino Videla al vestuario y lo recibí en bolas porque terminaba de bañarme. Todos corrían a arreglarse, pero yo le di la mano en bolas.
Aquel René jugó después en River e Independiente, y fue al Colo Colo de Chile y hasta Sudáfrica. En 1985 se retiró del fútbol y lo hizo jugando sólo un partido oficial en su club de la vuelta, Excursionistas.
Al Loco lo había zamarreado de vez en cuando su pasado pesado de carencias e iba y venía con la bebida. Nadie igual podía arrancarle el orgullo de haberle comprado la casa a su mamá, mientras la fiel Olga, su novia de la villa, lo esperaba ya esposa entre abrazos multiplicados con los hijos Jessica y Diego.
Vuelve el Loco, que es ayudante de Angel Cappa en Huracán, y pregunta si ya está.
-Ya está, René.
Se va sin rimas, envuelto en la indiferencia del ruido de la calle. Lo acompaña un pucho en la boca.