Abrazo, Charrúa querido (por Martín Sánchez)

Más allá de su pobre actualidad futbolística, nuestro viejo y amado Defensores se pareció de repente a ese singular club de los orígenes, el nacido en los valores del amateurismo y la amistad, y ante el caído amigo charrúa que se secaba de apuro las lágrimas por el descenso, su nobleza sólo se permitió empatar.
Parecerá mentira que todavía que llueven cercenamientos y mordazas para nuestra pasión de ascenso, nos quedemos sin esos encuentros semestrales, cuandos nos rajábamos para Rosario un grupito de dragones para comer el asado que regado con vino e historias preparaban el Perro Falcon, Marcelo “El Araña”, el Conejo Martini, Carlitos Mordini, Dani Longo, el Colo Germán, Eugenio Gallo, Ratari, el Chueco y Julito Rodríguez. Ibamos felices por la autopista llevando libros, banderines, fotos y ellos estallaban en abrazos al vernos y después nos íbamos cantando por el laburante barrio de La Tablada como si fuéramos sus visitantes ilustres. Es qué lo éramos para estos charrúas entrañables.
Porque nunca olvidaron la añeja amistad entre Central Córdoba y Defensores de Belgrano que se cristalizó definitivamente en aquel partido entre hinchadas en el Bajo a comienzos de los '70 y antes que salieran las primeras, cuando el Toti Ferrara fue al arco, y entre los onces nuestros estaba Marquitos, los hermanos Arbona, Pappón, el Loco Jorge, los mellizos, y Memo ordenaba el equipo a los gritos.
Después tratábamos de atenderlos lo mejor que podíamos cuando éramos locales nosotros, pero se hacía cuesta arriba porque cómo hacer para igualarles tanto cariño. Si hasta “el Perro” y “el Araña” nos hicieron el favor de una puteada al ruso Kadijevic en un 3 a 0 en contra en el Gabino Sosa. Nunca nadie se sintió tan cómodo en una cancha visitante como nosotros en el estadio Charrúa. En la última victoria allá, con goles de Comba y Cipriani, y cuando nuestro amigos rosarinos se veían venir este presente de dolor, hasta tuvieron la hidalguía de aplaudir nuestra superior producción futbolística. Es que leales a la memoria, consencuentes y agradecidos con ella, todavía retenían aquella ovación que le dispensamos a Bezombe en nuestra cancha, cuando sólo su talento encendido bastó para dejarnos afuera del Reducido.
La amistad seguirá firme, aún en la ausencia de distintas categorías. Pero charrúas queridos sepan que nos duele en el corazón que desciendan. No es justo que le vaya mal a un club con tanta riqueza del pasado latiendo en su pecho. No es justo que sufra su gente tan buena.
Ahí va este abrazo defensorista!