Historias jamás contadas, capítulo I (por Román Queiroz y Toti Iglesias)

Defelandia recibió un hermoso regalo de dos grandes defensoristas como Román Queiroz y Toti Iglesias: todos los capítulos de la serie "Club Atlético Defensores de Belgrano, historias jamás contadas". La idea original de Román y Toti era sacar un libro, pero como por el momento -sólo por el momento- esa posibilidad está postergada, ellos decidieron usar este blog para ir adelantando los capítulos. Cada semana publicaremos una de estas historias. La primera está dedicada a Gerardo Caldas, el mejor jugador que pasó por nuestro club. A disfrutarla, que es un lujo, un material sólo comparable a la literatura rojinegra por la que también hicieron mucho el mismo Román con su Libro de Oro, Enrique Tucoulat, Martín Sánchez, Raúl Ramírez y varios otros de quienes ahora nos olvidamos su nombre, pero iremos recordando a futuro.

Para muchos Gerardo Caldas fue el más grande jugador que vistió la camiseta de Defensores de Belgrano. Es una cuestión opinable, como tantas otras. Y tal vez muy difícil de determinar. Si bien es tentador hacerlo, es complicado referirse a un jugador como “el más grande”. Quizá lo ideal es dividir, en nuestro caso, la historia rojinegra por décadas o por épocas. Y de esa forma sí, es más sencillo concluir que Gerardo Caldas fue el más grande, al menos en la etapa del fútbol amateur.
Desde lo futbolístico sólo hay palabras de admiración por su juego leal, sobrio y exquisito. Y esa admiración no es parcial. Como ejemplo basta con recordar que Gerardo Caldas fue protagonista reiterado en el Defensores de la década del 20. Un Defensores que, es bueno recordar, jugaba en 1º división, en la élite del fútbol argentino. Un Defensores que tuvo a Gerardo Caldas como tapa de la revista “El Gráfico” y que también lo contó, en varias oportunidades, vistiendo la camiseta de la selección argentina de la época.
Es conocida la anécdota que cuenta que una vez Defensores disputó un encuentro en el “Cementerio de los elefantes”, la cancha de Colón de Santa Fé. Ante un estadio repleto y con camisetas de fútbol sin números, los simpatizantes “sabaleros”, conocedores de la fama de Caldas, comenzaron a corear su nombre con el objetivo de que éste levantara sus brazos. Algo que efectivamente realizó y a partir de ese momento, la gente en el estadio pudo conocerlo y de ese modo admirar su juego.
Otro que admiró su juego fue el gran Bernabé Ferreyra, figura emblemática de River Plate. Ferreyra nació el 12 de febrero de 1909 en Rufino, provincia de Santa Fe. Se hizo famoso por la increíble potencia de su remate, que hacía prácticamente imposible que se le atajaran los penales. Fue apodado "El mortero de Rufino", apodo que definía con precisión a Ferreyra, pues se convirtió en el mítico goleador de los años treinta. De hecho, su potencia quedó registrada en la conversión de 206 goles en 197 partidos. Este notable jugador tenía una amistad con un reconocido socio (nº 2) de Defensores, el Sr. Juan Carlos Giachino, con quien habitualmente jugaban a la paleta y también compartían algún asadito en los quinchos de la mencionada institución. Y en una conversación de sobremesa en el lugar, por supuesto siempre el personaje rodeado de admiradores, le preguntaron quién había sido el jugador que más trabajo le había dado entre tantos partidos disputados. La respuesta de Bernabé Ferreyra fue la siguiente: "Varios… algunos con saña, otros con rispidez pero recuerdo a uno que jugaba en Defensores… que me hizo el partido imposible, fue leal y no me dejo moverme en todo el encuentro, creo que se llamaba... Caldas.”