Historias jamás contadas XI: apodos que dicen todo (por Queiroz e Iglesias)



En la formación del Defe del 84 se recita de memoria el apellido de todos los jugadores. Pero en el caso del wing izquiero, léase número once, agregamos el nombre: Fernández en Defe, es Walter Fernández. Sin entrar en una disputa por idolatrías sin sentido en ese equipo había 10 jugadores con apellidos y 1 con nombre y apellido y ese era el mencionado Walter Fernández. Tal vez como en los últimos años decir Pereyra es decir “El Gaby” Pereyra. No alcanza con el apellido. Son demasiado grandes. Pertenecen a una clase de “jugadores especiales” y que guardan un enorme recuerdo en el corazón del hincha. Walter Fernández se cansó de tirar centros y de hacer goles en el 84. Sí. Hacía las dos cosas. Desbordaba y tiraba centros por un lado y por el otro también convertía. Y con un año bastó para que el Racing que estaba en la vieja B se lo llevara. Y en el 85 se jugó contra Racing en cancha de Ferro. Y Defensores fue estafado por el arbitraje. Y cuando se iban los protagonistas y la gente de Defe se acercaba al alambrado para acordarse de toda la familia del árbitro, surgió espontáneo el aplauso para Fernández y el saludo de este para la gente. Y dejó de tener sólo apellido. También se le agregó el nombre.
Hay más ejemplos. Y se agregan los apodos o “sobrenombres”. Decir Galbán es decir “Banana” Galbán. El de la pisada única y exquisita. El jugador que a cualquiera le regalaba la entrada con su sóla presencia. Tan grande que se le perdona haber jugado algunos partidos en Pampa y Miñones.
Campeones en la C y en la B. Campeones en el 92 y el 01. Decir Aldaz es decir Willy. A secas. No es necesario agregar nada más. Y decir Rodríguez es decir “Casco” o “El casco”, como para hacerlo hasta más familiar.
Esos son los grandes. Los que marcan la diferencia. La lista es subjetiva y ojalá que sea infinita. Ojalá que siempre se agreguen jugadores. Es bueno. Es Muy bueno que eso pase.

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