
En la biblioteca de mi casa tengo un espacio dedicado a Defe: está el excelente libro que acaba de escribir Martín Sánchez, el no menos espectacular que hizo Román Queiroz en 1997, fotos, recortes, un par de videos y algunos recuerdos más. En ese desorden encontré una fotocopia de una impecable nota de El Gráfico de la década del 20. El título del artículo es “La vida y milagros del club Defensores de Belgrano” y, como es muy larga, será transcripta por partes. Este es, apenas, su comienzo.
“Era un grupo de pibes. Los moradores de Belgrano conocían de sobra sus hazañas: jugando al football incansablemente, solían sorprender de un pelotazo al transeúnte desprevenido o romper los cristales de las ventanas. Jugaban noche y día. Como el alumbrado era insuficiente, hacían con tiza razas en la pelota para distinguirla entre las sombras. Y jugaban como demonios a todas horas. Conforme a los muchachos les entró el juicio, creyeron necesario formalizar sus entusiasmos, constituir un club, baluarte del football belgranense”.
“La fundación data de una gloriosa tarde, el 25 de mayo del año 1906; los pequeños campeones se reúnen en la antigua quinta de Oliver, bajo una cina-cina; entre ellos hay concordancia de opiniones; disienten en cuanto al nombre del club, que no debe ser Yuquerí, propuesto por los amantes del pasado, ni Tres Coronas, auspiciado por la tendencia autocrática. Meditan. Revuelven denominaciones; en fin de cuentas, lo bautizan con el nombre de la sociedad carnavalesca Defensores de Belgrano, que gozaba de gran fama en aquella época. Los fundadores, que no eran más que ocho, llamados a inmortalizarse por figurar en el trascendental suceso, recaban al día siguiente la adhesión de sus compañeros belgranenses y el club redondea su organización”.
“Su primer paso consiste en obtener de la municipalidad permiso para jugar en un terreno casi abandonado, llamado Plaza Oliver, cedido al municipio por el caballero de este apellido para embellecer el barrio. La plaza no fue construida sino cuando los herederos de Oliver reclamaron de la incuria de la comuna y pidieron el desalojo de los muchachos. Mientras esto no ocurrió, los jugadores hicieron sus armas oficiales allí. Sin más recursos que el que poseían sus escuálidos bolsillos, la compra de una pelota originaba laboriosa colecta: los que se resistían a formar con su óbolo eran amenazados de que no jugarían más. Comenzáronse los trabajos de la plaza, a la que se puso el nombre de Chacabuco y posteriormente Alberdi. Los vecinos de Belgrano, aficionados al football, pueden enorgullecerse de que se conserve el tradicional lugar como testimonio de los comienzos del club y éste ha de sentir aún viva la herida que le causó la expulsión”.
“Entre los fundadores figura Arnulfo H. Leal, quien como jugador poseía las características de Watson Hutton. Leal jugaba únicamente en los partidos amistosos de Defensores de Belgrano, pues su categoría no le permitía otra cosa. Los primeros trofeos conquistados por Defensores de Belgrano fueron la Copa Buenos Aires, ganada en el año 1908 a Sud América en la final, jugaba en el field del club Gimnasia y Esgrima (hubo engaño de parte de Sud América, pues hizo figurar en su tema, con el nombre supuesto de José Sánchez, al prestigioso footballer Sayanes; los “defensores” no protestaron, sin dudas, porque habían triunfado), las Copas Anglo Argentina y La Vanguardia!”.
“En 1910, paralizó sus actividades por motivo de que algunos de sus socios sintieron las desviaciones propias de la juventud, y quien no se consagró al bailongo se entregó a devaneos amorosos, echando en olvido a la institución, que en 1911 se reorganiza y un año después ingresa a la Asociación Argentina y obtiene la cancha en que desde entonces actúa, en las calles Blandengues y Videla (sic); esta cancha había servido para juegos atléticos durante las fiestas del Centenario y conservaba una tribuna. Una vez en posesión del terreno, los jugadores se convierten en carpinteros, herreros y peones… Tardan un mes en rellenarlo y otro tanto en aprovechar aquella tribuna abandona, levantada por la municipalidad. Acerca de la tribuna, existen muchas versiones, diciéndose que de vieja se derrumbó; otros afirman que se le fue despojando de sus tirantes, que poco a pocos sufrió desequilibrio, hasta que cayó en tierra… El caso es que con la madera de la tribuna, el club hizo su casilla” (continuará…).
Queiroz no existe. El único libro de Defe es el de Martín Sánchez, futuro presidente del Dragón.
ResponderEliminarLa verdad que te felicito por la paguina que armaste y me alegro y te agradesco que haya gente como vos que pone su tiempo para poder enseñar a los de hoy lo que supieron hacer nuestros antesesores y que nos sirva de ejemplo para poder sacar a nuestro querido Defe adelante. Sequi transcribiendo más cosas y gracias.
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