
Como todos ustedes, tengo amigos de Platense, Huracán, Argentinos y de otros clubes a los que en las tribunas solemos considerar "putos", "sin aguante", y que "no existen". También tengo un amigo de Chicago, que horas después de que su equipo desciendiera a la B Nacional, escribió un mail grupal que he decidido publicar aquí. Mi amigo de Chicago vive en el extranjero, es un enorme periodista y, como todos nosotros, un ferviente enamorado del fútbol. En estas horas en que vivimos el segundo aniversario de la muerte de Fernando Blanco, leamos lo que escribe un hincha de Chicago, desconsolado porque a la salida de su estadio mataron a un hombre de Tigre.
Este es un mensaje, dolido y soñoliento, para los amigos que saben que una parte de mi corazón futbolero es verdinegro. Por supuesto que me iba amargando mientras escuchaba el partido por radio (en España no se televisó) y me daba cuenta que Chicago no podía dar vuelta la historia ni jugando tres días seguidos, pero lo que pasó al final me hizo olvidar de la B, del descenso y de todo lo demás. Estuve hace tres meses en Mataderos viendo Chicago-Gimnasia de Jujuy, de noche, y era una especie de encuentro familiar. Ahí estaba la gente del barrio, los matrimonios, algunos con muchos años, los padres con los pibes, los chicos con las novias, puteando al equipo que era un desastre (fue un 0-0 penoso), al técnico que era un castigo, pero sin salirse del folklore inocente. Es más, fui con una amiga española que pisaba por primera vez una cancha argentina y se divirtió mucho, se rió, lo pasó fenómeno, y me preguntó al final, "¿por qué dicen que esto es peligroso?". Esa noche me fui sacando pecho de la cancha. Me cuesta entonces entender este brote de furia incontrolada de hoy. O en realidad, me resisto a entenderlo, porque entenderlo significa extender el certificado de enfermedad incurable para la sociedad argentina, una sociedad sin ninguna capacidad de frustración, pero también sin ninguna medida para el festejo, violenta porque sí, activa o pasivamente violenta, ya sea por acción, omisión o complicidad.
Este caso me resulta especialmente sangrante porque es mi equipo, porque es (casi) mi barrio, y porque sé que la gente de Mataderos y Parque Avellaneda no es así, pero está claro que ellos (como los que vienen del otro lado de la General Paz, da igual), llevan adentro el germen de la barbarie; y como también lo llevan hinchas de todos los equipos de la geografía argentina (véase Olimpo, Claypole, Boca, River, Almirante Brown, etc., etc.), la conclusión es que se trata de una enfermedad generalizada. Que se desata con una derrota o un descenso, pero que también se expresa con la victoria. Las cargadas a través de los graciosos afiches que se cruzan en las calles Boca y River es la otra cara de esta misma moneda, más sutil, más "inteligente", más de guante blanco, pero igual de perniciosa, porque es otra manera de generar violencia, odios, enfrentamientos. Leer el artículo de Juanito Sasturain del otro día, en el que intenta, quizás con cierta sorna que yo no supe percibir, buscarle un lado filosófico al hecho de ser bostero, puede resultar simpático, pero es otro síntoma de alerta, incluso más grave que los anteriores, por menos evidente. Porque Juanito es un tipo inteligente, agudo, irreprochable, entrañable y absolutamente nada violento, pero en un momento de éxtasis no puede evitar que lo mueva el fanatismo, que lo lleva a buscarle una vuelta de tuerca de alta intelectualidad a un hecho, seamos sinceros, tan irrelevante y casual como lo es ser hincha de un equipo antes que de otro. Y si él, con todas sus virtudes y su capacidad de teorización, no consigue sacudirse ese fanatismo, hasta tal punto de escribir en un diario que ser hincha de un determinado equipo es un hecho diferencial superior que te pone por encima de los hinchas de otros equipos, ¿qué podemos esperar de alguien que no teoriza, que no estudia, que no analiza, que no reflexiona? Muy simple: que cuando tiene un ataque de fanatismo rompa todo, robe o mate. Aclaro, por las dudas, que opinaría exactamente lo mismo si el artículo dijese que ser de Chicago es lo diferencial.
En fin, que cosas como las que pasaron hoy en Mataderos me hacen sentir vergüenza de ser hincha de fútbol, o mejor dicho, de ser hincha del fútbol argentino, y como además pasaron donde pasaron, me duelen más todavía y me empujaron a escribir esto para desahogarme a la distancia y pedir disculpas a los amigos que, sé positivamente, quieren al fútbol de verdad, aunque ninguno de nosotros (y por supuesto, me incluyo) esté libre de que se nos escape de vez en cuando ese pequeño vándalo que llevamos dentro, porque en definitiva somos hijos de esta sociedad argentina, hoy por hoy, irremediablemente enferma.
Y pensar que hay boludos que se ponían contentos por la muerte del hincha de Tigre
ResponderEliminarimpecable!
ResponderEliminarno nos olvidemos de los asesinos de fernando, pero tampoco de los asesinos de este muchacho de tigre.
ResponderEliminarLamentablemente les informo que fallecio la madre de PONTONI el dia de hoy.
ResponderEliminarNuestras condolencias para toda su familia, y esperamos la misa para acompaniarlos y darle nuestro pesame.
Mariano Alegre.
con todo respeto a todos y en expecial ala comunidad gay estoy contento por el mundial ganado a los ingleses pero en la cancha del dragon cuantos compañeros marquitos zuquer el cierre del peronismo despues de 6 años de dictadura lo que mas me da bronca del gordo luis el tintorero que esta de acuerdo con lo que paso mas que dragones son putones un macho villero entro ala cancha con camiseta y bandera de excursio los amargos del dragon miraron y aplaudieron gracias tintorero yo estoy contento la b y el nacional b tanbien
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