"Me dan ganas de comprar una ametralladora"

Hoy no hay dobles sentidos ni intentos de humor ni gastadas a Excursionistas ni nada. Hoy hay recuerdo y dolor. Hoy se cumplen tres años de la muerte de Fernando,en la cancha de Huracán. Mejor, dicho, del asesinato a Fernando. Y en el diario Crítica de la Argentina, hoy se publica una nota que no sólo incluye declaraciones de Ángel, el padre de Fernando, sino que también recuerda que, de las últimas cuatro muertes que tuvo el fútbol en Capital Federal, todavía no hay ningún culpable. Ésta es la nota. Muy dolorosa, muy real. Desde este humilde lugar, nuestros saludos cálidos a toda la familia Blanco. Y un pedido: no aflojen, nunca aflojen.
http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=6974

Hoy, a tres años exactos del crimen de Fernando Blanco, un hincha de Defensores de Belgrano que había ido a ver a su equipo en un partido contra Chacarita, la causa judicial está semiparalizada y no tiene ningún culpable. Pero no es casualidad. Algo similar ocurre con las otras tres últimas víctimas que el fútbol tuvo en Capital Federal: tampoco se sabe quiénes mataron a Martín Acro (de River, agosto de 2007), Marcelo Cejas (de Tigre, anteayer fue el primer aniversario de su homicidio) y Emanuel Álvarez (de Vélez, marzo de este año).
Ángel Blanco ya no tiene a “la luz de sus ojos”, como define a Fernando, su hijo de 17 años que estaba a punto de terminar la secundaria y se topó con la muerte a la salida de la cancha de Huracán, el 27 de junio de 2005. “Era hincha de Boca, pero acompañaba a sus primos cuando jugaba Defensores”, cuenta Ángel. Aquel día, la barra de Defe no aceptó el descenso deportivo, consumado en ese partido, e intentó romper el alambrado, pero la Policía –como muchas otras veces– se la agarró con hinchas comunes.
En ese grupo estaba Fernando, quien murió en una clínica de Belgrano por las graves heridas que le infligió un policía con una manopla. “La causa sólo tiene un procesado, el efectivo que conducía el celular de la Federal, de apellido Lagorio”, describe Ángel, con la voz entrecortada. “A tres años, el juez –Mariano Scotto– no terminó de llamar a los testigos. Le tiene miedo a la Policía”, acusa el padre de Fernando.
“¡Es tan fácil! Mirando los videos se encuentran los culpables, pero parece que al juez no le interesa”, despotrica Ángel. “Siento unas ganas terribles de comprar una ametralladora y ver qué pasa. A veces la justicia la tiene que hacer uno”, se queja el hombre, que necesitó un bypass para que su corazón se acostumbrara a vivir sin Fernando.
Algo similar siente Horacio Cejas. Su hermano Marcelo tenía 31 años cuando fue a ver el ascenso de Tigre a Primera, en la cancha de Nueva Chicago. Ése fue su último partido. El miércoles pasado se cumplió un año de su muerte, a palos, sobre el asfalto de Mataderos. “La causa está parada”, dice su hermano.
“Citaron a declarar a tres barrabravas de Chicago por segunda vez”, grafica Horacio, pero la causa no tiene detenidos ni procesados. “¡Si hasta habían decidido dejar la investigación por falta de testigos!”, se lamenta el menor de los Cejas. “Hay mano negra en esta investigación. Chicago tiene gente de mucho peso.”
A Emanuel Álvarez, el fútbol ni siquiera lo dejó ser grande. El 15 de marzo, un disparo lo mató cuando iba a ver a su querido Vélez a la cancha de San Lorenzo. Tenía 21 años. Su padre, del dolor, necesita viajar para evadir el llanto. “Recién ahora le está cayendo la ficha”, dicen sus allegados. Según los últimos avances, el autor del disparo “estaría identificado y sería de Huracán”. Y si bien aún no hay detenidos ni procesados, “faltan dos o tres pruebas”, afirma un dirigente.
A Rodolfo Álvarez, el padre de Emanuel, le queda la parte más difícil: sumergirse en las entrañas de la investigación, que equivale a descubrir cómo mataron a su propia sangre, como Ángel Blanco y Horacio Cejas. El caso de Acro (ver aparte) es un poco distinto, porque fue entre propios barrabravas, pero también comparte el sabor de la impunidad, y esa estúpida certeza de haber muerto por el fútbol